He pensado en contrarrestar nuestra fealdad, nuestra idiotez y ego con mi belleza. He pensado que sería una buena idea atacar a los ineptos con un tetazo. Contestar con un tetazo, enseñando mi pecho derecho o izquierdo. Será uno, nunca los dos, lo quiero simple. Cada vez que en una conversación alguien se vea con la seguridad de mostrar su asqueroso privilegio o su ego torpe, yo le atacaré con una teta. La dejaré salir, la mostraré en silencio y aniquilaré el ruido barato de mi oponente. Mi teta nos salvará a todos de la mediocridad. Ella nos elevará. Y luego la miraré y le darle las gracias. “Gracias pecho, nos acabas de salvar a este y a mí de un tedioso pollazo metafórico, gracias pecho”. Y luego le guiñaré un ojo, a mi pecho. Le guiñaré un ojo con mucho colegueo y quizás le lanzaré un beso al aire.
Incluso, quizás le susurre a su oído de pecho palabras bonitas y promesas de amor eterno.
Y así, haré historia. Hablaran de mí en los libros de historia. Aburriré profundamente a futuros niños de cole de pago. Y dirán que así me convertí en terrorista y que mi arma era mi belleza. La mía propia. Por fin.
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